Hermosa pintura la de este artista sevillano, siempre fiel a sus propias raíces, que en cada una de sus exposiciones ofrece nuevas pruebas de esa nuestra geografía urbana para pintores, siempre igual pero distinta, ante cuyo espacio luminoso y lleno de color, José Ortega planta su caballete hasta arrancarle al paisaje, junto a su atmósfera apacible, la autenticidad de su carácter. Dotado de excelente oficio y exquisita sensibilidad, lo mismo penetra en el patio de un corral de vecinos - bellísima su visión de aquel del Muro de los Navarros- que en el nobilísimo de la Casa de Pilatos; igual se sitúa frente al Puente de Triana o las Iglesias de San Pablo y del Salvador- espléndida también, su perspectiva de la Plaza del Pan- que medita por los rincones del Parque de María Luisa y de ese otro más reducido e íntimo que es el jardín que en Mazagón rodea a la casita del también pintor Miguel Ballesta, su compañero y compadre, o inunda sus lienzos con la luz que baña de claridad a la Cruz del Mar, en Chipiona. Pero en un lugar u otro, en el ambiente urbano de la capital o en aquellos parajes de la Costa de la Luz, precisamente de la luz, aunque cambien los cielos y la gama de su cromatismo, la misma veracidad y belleza. Hermosa pintura, insistimos, apoyada en un dibujo muy constructivo y en la que, sin artificios innecesarios, los planos y las distancias son expresados por el propio color. Ese que, pese a su riqueza cromática, nunca es estridente, pues la mesurada paleta de Ortega lo suaviza con mimo, despojándolo de cualquier exceso o alarde superfluo. Aunque obsesionado por la captación del instante fugaz, del brillo irrepetible, todo en su pintura está medido y sentido con la misma armonía con que la atmósfera y la luz envuelve a los edificios y la vegetación que con tonalidades tan ajustadas y sombras tan adecuadamente matizadas el pintor traslada a los diecisiete óleos que componen esta sugestiva exposición.
Nació en Sevilla; comenzó sus estudios a los doce años en la Escuela de artes y Oficios Artísticos y Bellas Artes, continuó en Madrid, a donde se trasladó, en la Escuela de San Fernando, y a la par que pintaba su obra propia copiaba en el Prado a los grandes maestros.
En los años de residencia en Madrid, celebró varias exposiciones particulares y participó en muchas colectivas y certámenes, en el salón de otoño y primavera en los que obtuvo varios premios y sobre todo en el género del paisaje.
La primera exposición individual fue en la Sala Dardo en el año 1955, en el 1957 en la Sala Toisón, en 1959 y en el 65 en la Sala Alcón, en el 67 en el Salón Cano,etc..
La vinculación con Sanlúcar de Barrameda data de los años treinta ya que era Sanlúcar el lugar de veraneo de la familia y en cuya localidad pinta durante gran parte del año y ha expuesto recientemente.
En su pintura predomina el paisaje y aunque siempre ha cultivado todos los géneros pues hace la composición de figuras, el retrato, el bodegón, etc… ahora y desde hace unos años se dedica exclusivamente al paisaje, lo mismo el urbano con o sin figuras que el rural o la marina, pero siempre necesita plantar el caballete frente al natural aunque lo interprete muchas veces con toda libertad.
Siempre ha expuesto en ´Sevilla en varias galerías como en la antigua sede del Ateneo de calle Tetuán, Sla Álvaro, Azcue, Caja San Fernando y otras, y la de otoño y primavera, y también además de Madrid, en Bilbao en la Galería Caledonia, en Valencia, Barcelona, y la próxima será en el nuevo centro del Ateneo de calle Orfila.
A lo largo de su vida ha viajado y sigue viajando en cuanto puede y pintando en todos los sitios pero principalmente su tiempo lo emplea en pintar la luz y el color de Sevilla y Sanlúcar.