Pedro Cabecera. Artista nacido en Sevilla en 1973, Diplomado en Arquitectura por la Universidad de Sevilla en 1999. Paulatinamente ha pasado de compartir la arquitectura con la pintura a la dedicación por completo a esta última. Debido a su discreta relación exterior con el mundo de la pintura, se ha reducido a varias exposiciones colectivas, centrándose durante 30 años en el disfrute y realización personal de sus obras.
Su obra, principalmente de carácter paisajístico, se centra en el estudio de la luz, en la arquitectura tradicional urbana y en la naturaleza.
Su carrera autodidacta estuvo fuertemente influenciada en su origen, por el costumbrismo andaluz de principios del siglo pasado. Su estilo es considerado como “realismo-insinuismo” de las formas, centrándose en las luces y sombras con el propósito de compartir su forma de ver los colores de la vida y el estudio de la luz a través de sus obras.
Cuando la bondad de las cualidades personales encuentran acomodo y expresión en la delicada destreza de una mano que sutil refleja cuanto nos rodea en pinceladas de amor y de color, vístese sin duda el arte de gala y muestra todo su esplendor, como lo hace en estas obras de Pedro Fernández Cabecera, de refinado gusto y exquisita composición, que con legítimo orgullo de todos, constituyen esta bella exposición.
Y así como el arte subyace a la vida y ésta se encuentra transida de lo más nobles sentimientos, así la obra de este joven y apasionado artista revela en cada toque de pincel este pensamiento del que cada una de estas obras es sincera manifestación, obras en las que desde la corrección en el dibujo base de la serena percepción visual de sus paisajes, a la sabia elección del color en pinceladas decididas de intenso y equilibrado cromatismo, hacen de él un pintor perfecto en el uso del color con cuya complicidad juega creando efectos de luces y sombras en contrastes de blancos de alegría que se cobijan en la suave sombra fresca de azules o añiles que a menudo serpentean en la frondosidad de verdes de infinitos matices bien conseguidos.
Su obra es muestra además de su propia sinceridad que le lleva siguiendo a sus maestros, a descubrir e investigar como lo ha hecho para estas obras en las que muestra la inquietud de un espíritu viajero que le lleva a lugares como Marruecos, donde del natural ha experimentado con los colores la esencia de lo árabe que junto con la luz y el sol de su Sevilla natal, se funden con una belleza sin par en cada rincón y calle de esta Granada a la que él con su pincel honra y canta.
Pintor de color fuerte y definido, plenamente convencido del acierto y el lirismo que los maestros ya encontraran con su mirada en el exquisito colorismo del Norte de Africa del que supieron Fortuny o Bertuchi, y desde cuyas estampas vuelve la suya con cariño y con nostalgia a las de aquella Andalucía de románticos ensueños, donde el paso en el camino del labriego saludaba el acorde de una guitarra, aquella que cantaba su amor a una ventana donde entre jazmines y geranios sonreía alegre la muchacha, sintiendo embelesada cual caricia perfumada, la dulce melodía de su galán que por amor ella le inspiraba.
Por que así es en suma su obra costumbrista, que en espléndida armonía de luces y colores reflejan todo candor y vida, los estanques, los parques las fuentes de nuestra Andalucía, de las queridas Granada y Sevilla, en una obra que al contemplarla nos lleva a exclamar con orgullo y gallardía:
“¡¡Bendita Andalucía mora y soñadora, aquella que enamora con colores de alegría!!”
“¡¡Sean de la tierra mía los colores de tu pincel, como la felicidad del día aquel que soñando llegué a Andalucía!!”
Eduardo Nadal Castelao
(Crítico de Arte)