El bodegón es un tema pictórico que ha estado presente desde tiempos remotos, y hace referencia a la representación de alimentos y utensilios de cocina. Ya en las culturas antiguas, como la romana o la egipcia, este tema era común tanto en mosaicos como en pinturas, aunque siempre como tema secundario frente a un motivo principal, ya fuera este mitológico o referente a la vida cotidiana. No será hasta el siglo XVI cuando el bodegón cobre auténtico protagonismo y comience a figurar como asunto principal en obras pictóricas.
Como curiosidad, es importante saber que el origen de la palabra bodegón es español, ya que en otros países se emplea el término ‘naturaleza muerta’.
El primer bodegón considerado como tal, y que inició la historia del género, fue pintado por Caravaggio en 1596. Dentro de España, los pioneros de esta temática fueron , en primer lugar, Juan Sánchez Cotán, y posteriormente Zurbarán y Velázquez, quienes trataron el tema con un realismo extremo y detallista.
El impresionismo, corriente pictórica surgida en el siglo XIX, supuso un importante punto de inflexión para el bodegón. Se trató de una gran revolución pictórica que hizo frente al academicismo reinante hasta el momento. El impresionismo abrió el camino a la experimentación sobre la pintura, a través del replanteamiento del color, la forma, el espacio, la textura… Lo importante no era lo que se pintaba, sino qué técnicas se empleaban para hacerlo. Cézanne es el referente más claro de este periodo.
El bodegón de la actualidad es heredero de la pintura de la segunda mitad del siglo XX. Se diferencia de las décadas anteriores en el uso de procedimientos y técnicas que tradicionalmente no se habían asociado con la pintura, incluyendo la fotografía, la impresión publicitaria, objetos encontrados, etc.