Joan Vives Maristany nació en San Feliú de Guixols, Girona, el 10 de febrero de 1901. Desde muy joven estuvo encargado de transportar diariamente los productos de la granja familiar que regentaba su familia.
En uno de sus viajes a Sitges, lo atrajo el revuelo de un corro en la playa, al acercarse comprobó que se trataba de un pintor recreando un paisaje. Ese pintor no era otro que Eliseo Meifrén y esta experiencia dejó en él una impresión imborrable.
A partir de aquí la pintura se convirtió para él en una obsesión irresistible. Viendo el talento que atesoraba el muchacho, Eliseo Meifrén accedió a darle clases de dibujo y pintura creándose entre ambos una gran amistad. De esta época (1916-1922) se conservan los primeros trabajos firmados por Vives Maristany.
El joven Joan comenzó a tener curiosidad por conocer mundo y tal es así que decidió embarcarse rumbo a Argentina, haciéndolo el 29 de marzo de 1925. Una travesía en la que pasó por ciudades como Cádiz, La Palma, Río de Janeiro y Buenos Aires.
En Cádiz aún intentó tomar apuntes del natural pero por algún motivo fue abandonando esta práctica y se fue acentuando una forma de pintar que reflejaba los recuerdos de la tierra que dejaba atrás.
En pocos días agotó las telas que había previsto para el trayecto, sin embargo, uno de los camareros de abordo, mostró interés por la obra de Joan, aportándole un soporte que consistía en cajas de champagne hechas de cedro estacionado y pulido, llegando así el segundo cambio en la obra de nuestro artista, empezó a trabajar sobre tabla y en pequeño formato. Los cuadros fueron ganando cierta fama entre la tripulación y los pasajeros consiguiendo así, Vives Maristany, sus primeros ingresos.
Ya en Buenos Aires, gracias a las recomendaciones de Eliseo Meifrén, no le costó mucho asentarse, se presentó en la Galería Witcomb donde tuvo la oportunidad de exponer y un año más tarde realizó una segunda exposición en la Galería Muller. Es una época en la comenzó a realizar pinturas de su Girona natal, de San Feliú de Guixols, su puerto, su costa.
Sus días acabaron con un trágico accidente de tranvía, allí en Buenos Aires, muriendo, en 1932, solo y perdiéndose buena parte de su obra al no haber constancia de que era suya por no estar firmada.