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Las primeras representaciones de flores en el arte se dan en las culturas orientales (China y Japón) a partir del siglo XI, donde bien sea ilustrando poemas o como pinturas independientes, se utilizaban para simbolizar valores espirituales como la pureza y la simplicidad.
Durante la etapa medieval, las flores pasaron a ser un complemento muy usado, primero en la pintura sacra, donde adornan Vírgenes y Cristos y sirven a la vez como símbolo de la pureza y la castidad (la azucena irá muy ligada a las representaciones marianas en este periodo).
A partir del siglo XVI las flores estarán presentes en un subgénero del bodegón: el bodegón floral. Artistas como Jan Brueghel el Viejo y Daniel Seghers en Flandes, Mario Nuzzi o Margarita Caffien Italia, y en España, Pedro de Camprobín, Gabriel de la Corte, Juan de Arellano plasmarán floreros y guirnaldas. En holanda especialmente, este género experimentará su apogeo gracias a la generalización de la horticultura con el tulipán. Las flores eran consideradas a un tiempo como objetos estéticos y símbolos religiosos.
Ya en el siglo XIX pintores de la corriente impresionista dedicarán una parte importante de su obra artística a la plasmación de flores. Como ejemplo podemos citar a Monet y su serie de 250 pinturas al óleo de Lirios de agua. Otros pintores famosos de la época que se recrearon en el tema floral fueron Manet, Renoir y Van-Gogh, con su famosa obra Los Girasoles.
Uno de los artistas más representativos del siglo XX, Andy Warhol, hizo de las flores su tema más recurrente. Decía que las orquídeas "son las flores más fascinantes" . Entre su trabajo es posible encontrar más de 10.000 imágenes de flores, entre las cuales se encuentra su serie Flowers, creada en 1970.